Veinte años. Veinte primaveras. Veinte vueltas al sol. Parece que fue ayer cuando mi mayor
preocupación era conseguir el mejor tazo, o ser la última en sobrevivir jugando
al quema. Echo la mirada atrás y encuentro un enorme álbum lleno de recuerdos,
experiencias, amigos, lecciones y sonrisas. Cada año una aventura, cien mil
momentos para coleccionar, aprendiendo a crecer. Todos y cada uno de ellos inolvidables, son parte
de mi y de lo que soy hoy.

El tiempo pasa volando, conoces gente, unos llegan para
quedarse, otros acampan por un tiempo, otros pasan de puntillas. Llegas a
sitios donde jamás te hubieras imaginado que llegarías, te miras en el espejo y
te preguntas cómo aquella niña perdida que no sabía qué hacer con su vida a los
15 ha llegado hasta aquí. Cómo ha conseguido sobrevivir a tantas cosas, cómo ha
conseguido llegar a ser quién es. Poco a poco vas encontrando en tu reflejo una
mujer que, quizás aún no tenga claro su futuro, pero sabe que si ha llegado
hasta aquí va a luchar hasta conseguir lo que se proponga. Que cada año es un
regalo, que hay que saber coger al vuelo cada oportunidad que te da la vida y exprimir
cada suspiro que da un segundo. Que no importa no saber, lo importante es
preguntar, querer aprender, poner alma y corazón en cada cosa que hagas.

Y es que sólo puedo sentirme afortunada y daros las GRACIAS. Gracias a todos los que me habéis ayudado a
ser como soy, a seguir mi camino, a no perderme en mi burbuja y devolverme un
poco los pies a la tierra cuando hacía falta.
A esos que me pusieron un poco de cordura entre mis idas de olla y a los
que me dieron el empujón que me faltaba para saltar al vacío cuando hacía falta
que me alumbrara un poco la locura. Gracias a esos que me han dado la
oportunidad de conocerlos un poquito más este año, a los que me sacaban una
sonrisa cada mañana o cada noche, con
algo tan simple como un “Buenos días Gim”, un “acuchón” o un “buenas noches
princesa”. Gracias a los que habéis soportado mis ataques de histeria
momentánea, mi bipolaridad y mis resoples de pura ofuscación. Por aguantar mis empompamientos y mi
habilidad para meterme a soñar en mi mundo, por perdonar mis despistes (que son
millones) y mi cabeza loca. Gracias a los que me escucháis y me contáis
vuestros secretos, rayadas y movidas, porque no hay mayor honor para mí que
tener vuestra confianza.
Granaínos, extremeños, almerienses, leoneses, gaditanos, ceutenses, mallorquines, sevillanos…
Da igual de dónde, pero cada uno de
vosotros aporta un color distinto a mi vida y sois especiales para mí. Y
gracias por estar ahí en este cambio de década, esta quinta parte de siglo,
estos veinte añazos, unos más y otros menos, pero que, sin cada uno de
vosotros, no hubieran sido lo mismo.
Os quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario