jueves, 20 de junio de 2013

Nunca me gustó la gente con aires de superioridad.

Me sorprende la capacidad que tiene la gente de pedir respeto mientras critican cada paso que dan los que están a su alrededor. Reclaman tolerancia con sus gustos, forma de ser, de vestir, de divertirse… de vivir en definitiva. Se excusan en que es su cuerpo y su vida, alegan que nadie es perfecto y no sé cuantas estúpidas razones más por sus bocas de viperinas lenguas que se agitan ansiosas por escupir veneno sobre cualquiera que no siga sus cánones estilísticos. Hipocresía se queda corto. Respeta mi flow y muerte a Justin Bieber. Por favor. No digo que el muchacho sea un máquina, pero joder, como mínimo da lo mismo que pides. Además, ¿quién no ha sido una grupi quinceañera y loca por un grupo? 

Me indigna ver cómo unos critican que los marginen mientras ponen caras de asco sin dar la oportunidad de que los conozcan. Otros, rabian porque los miren con caras de asco mientras miran por encima del hombro. Otros, odian que los miren por encima del hombro mientras escupen al paso de quiénes son diferentes. Pues de puta madre. ¿Dónde quedó eso de mirarse al espejo antes de abrir la boca? El respeto por las ideas ajenas, el derecho a equivocarse, la libertad de expresión... No sé, todas esas estupideces olvidadas que hacen el mundo un poquito mejor. Es tan simple como tratar a los demás como quieres que te traten a ti. Si no quieres ser juzgado, no juzgues ni prejuzgues. Que aquí nadie ha roto un plato hasta que se encuentra toda la vajilla rota en el cubo de basura.

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