martes, 18 de marzo de 2014

Viajar.

Sentir ese cosquilleo en el estómago cuando te acuestas la noche antes de emprender un viaje. Cerrar los ojos e imaginar lo increíble que va a ser cada momento, la de sitios que vas a ver, la de gente que vas a conocer. Esa ilusión mientras vas tachando abalorios en una lista, para acabar metiendo cien mil "por si"s en la maleta que te obligarán a sentarte encima para poder cerrarla. La cámara, el mapa, el rotulador rojo de la ruta, la libreta, los pasatiempos, las gafas de sol, las ganas y la sonrisa puesta. Probablemente las únicas mañanas que no  cuesta madrugar y que saltas de la cama dando un salto mortal. 

Lo echo de menos. Quiero un viaje. No importa a dónde, cómo, ni con quién. Sólo irme, desconectar, conocer, compartir, vivir, reír y coleccionar recuerdos imborrables. Porque no importa si es bueno, malo, con suerte o con las más catastróficas desdichas... Al final siempre será una gran experiencia inolvidable :)

jueves, 13 de marzo de 2014

La cabeza fría mientras el corazón arde

"Hay sitios escondidos en el corazón donde las palabras no hacen caso a la razón,
entre la tinta y el papel hay un rincón, entre el alma y la piel un lugar sin dirección 
donde los niños que no crecen se refugian del odio y de la furia, de los días de lluvia, 
de la gris melancolía de los días y de todo lo que piensa la inmensa mayoría"  

Sharif     

miércoles, 12 de marzo de 2014

Sin tempestad no hay calma.

A un día de distancia parece que el río vuelve a su cauce, aclaras tus ideas y lo ves todo con perspectiva. Te da tiempo a analizar lo más objetivamente posible la situación, recapacitar y decidir qué hacer. Siempre he pensado que los problemas después de un poco de Fito y una taza de cacao caliente dejan de parecer tan problemáticos. Y es que a veces sólo hace falta respirar hondo y dejar de aturullarse, darte cuenta de lo que realmente quieres y por qué. 

Nunca he creído que se escarmiente por cabeza ajena, sin embargo sí que pueden ayudarte a darte cuenta de las cosas, aunque a veces sean voces que suenan duras y te dicen lo que no quieres oír. Lo que vienen a ser un par de bofetadas (metafóricas) que te quiten la tontería rápido de encima. Pero también es cierto que, a veces, hay que dar rienda suelta a un corazón desbocado para después ser capaz de calmarlo y que pueda recapacitar. Dejar que saque lo que siente dentro, desahogarse, gritar. Hay que saber escuchar su indignación y esperar a que cesen los resoplidos, y será él solo el que acabe entrando en razón. 

Creo que a veces yo soy ese corazón desbocado. Me aturullo. Se me acumulan las emociones y no encuentro manera de expresarlas. Me agobio. Empiezo a construir montañas, castillos encima de la montaña, torreones, dragones y princesas de un grano de arena. Y me parece un mundo. Entonces sólo necesito una vía de escape, sacar todos esos sentimientos fuera para poder pensar con claridad. Sólo alguien que me escuche hablar rápido entre sonidos sin sentido, suspiros y resoplidos varios. Aunque ese alguien sea un teclado. Y sé que, una vez que me calme, la claridad volverá a mis ideas, la felicidad habitual a mi vida y la cordura (en la medida en la que siempre la tuve) a mi cabeza loca. 

martes, 11 de marzo de 2014

Cuando vuelves

Supongo que abandonas un poco un blog cuando tu vida se acelera y apenas tienes tiempo para respirar.  Cuando se suceden planes, estudios y algo de burocracia para complicarlo todo. Supongo que lo abandonas cuando eres sencillamente feliz, demasiado ocupada en aprovechar cada momento como pararte a escribir sobre ello. Pero creo que eso merece la pena, siempre fue mas importante vivir para contarlo que contarlo a secas.
Y también supongo sé que vuelves a él cuando una inquietud se cuela por un resquicio y llega hasta tu alma. Cuando alguien abre esa caja de Pandora y revoluciona tu tranquilidad sin saberlo. Y cómo toca la moral que vuelvan a desequilibrar tu feliz y loca vida. La pregunta es: ¿Hasta qué punto le dejarás entrar esta vez?

Y es en este barullo de pensamientos y rayadas varias cuando sientes la presión de todo lo que tienes dentro y que pugna por salir. Cuando sientes que tienes ganas de patalear y gritar y montarte en una montaña rusa a darlo todo. Entonces llega ese punto de inflexión donde ves la luz al final del túnel de emociones en forma de pluma y papel (o teclado y pantalla,  según se mire) y dejas volar tus dedos casi inconscientemente una vez más, sin pararte a pensar demasiado en lo que escriben,  simplemente dejando fluir entre palabras todo lo que tu alma calla.