sábado, 17 de mayo de 2014

"La cosa está jodida".

"Pero que muy jodida".

Ésa parece ser nuestra reflexión favorita desde hace unos años. Nos encanta hablar de la cantidad de gente en paro que hay, de cómo nos afecta la crisis, de los jóvenes que emigran al extranjero... Todo positivismo y buenas noticias. Añoramos un pasado espléndido, vivimos un presente complicado y esperamos un futuro peor aún. Eso sí, todo tranquilamente desde nuestro sofá, boleto de lotería encima de la mesa, cigarrillo en la boca y cubata en mano.  

Parece que el mundo se acaba. Visualizamos España en un agujero negro cada vez más profundo. Pero, señores, abran un poquito la mente. Parece que situamos el Big Bang en el estallido de la burbuja inmobiliaria, como si marcara el final de la gloria de nuestra sociedad y el inicio de un declive sin retorno. 

Poco hemos tardado en olvidar lo que era realmente vivir en la miseria. Todas las barbaridades que nuestros bisabuelos tuvieron que ver y sentir en sus primeros años de vida, el hambre, el miedo, el olor de la sangre y el zumbido de las bombas. Hemos dejado de apreciar la libertad del país en el que vivimos, con todo el esfuerzo que costó conseguirla, permitiendo que nos arrebaten nuestros derechos como a un niño un caramelo. 

No estamos en el peor momento de la historia española, pero casi me atrevería a decir que sí en uno de los más vagos. Ya es hora de dejar de darle la espalda a la política, de tomarnos las huelgas como vacaciones. Si queremos conservar nuestros derechos, cambiar el mundo, luchar por la igualdad, tenemos que continuar con el trabajo que comenzaron muchos años atrás nuestros antepasados, no conformarnos con lo que ellos hicieron, sino seguir proponiendo metas para lograr una sociedad más justa para todos. 

La cosa no está jodida. Tan sólo un poco más torcida que hace unos años atrás. Tenemos que aprender que la historia es cíclica, y que después de un gran esplendor viene un gran batacazo. La clave está en el equilibrio. En conseguir que todos tengamos lo necesario para vivir bien, sin que nadie tenga que estar por encima de nadie. ¿Complicado? Es probable. Pero, ¿acaso no creyeron también imposible el fin de la dictadura? ¿O el sufragio femenino? ¿O la electricidad? No hay cosas posibles e imposibles, tan sólo gente cobarde... o valiente para conseguirlas. 


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