jueves, 8 de mayo de 2014

El exilio de mi folio.

Me da rabia estar tanto tiempo sin escribir. Sentir que no tengo nada que decir, que las palabras se resistan a salir de mi garganta. Estar tan liada para arriba y para abajo que no tenga tiempo ni para un par de líneas. O quizás emplee ese tiempo en esa cosa. No sé. El caso es que al final lo echo de menos, y vuelvo a mi retórica, a intentar entenderme con el teclado, a buscar las frases en el fondo de mi subconsciente y dejarlo fluir. Pero siempre acabo enredada en la misma enredadera, diciendo lo mismo y cambiando las palabras, buscándole nuevas aristas al mismo polígono. Entonces me pregunto si aburriré a la gente tanto como a veces me aburro a mí misma, si me verán tan ignorante como yo me veo, si tengo tan poca puta idea como creo que tengo.

Me da envidia esa gente capaz de hacerme volar en cada párrafo, capaz de hacerme querer recorrer cada línea más rápido de lo que soy capaz  y a la vez más lento porque no quiero que termine tan pronto. Esa magia de invocar a las palabras que tocan el alma, la suerte de no releer algo y pensar cómo demonios se te pudo ocurrir gilipollez tontería semejante. Y en la misma medida en la que los envidio los adoro. Porque me enriquecen en cada texto, porque me han hecho esforzarme por mejorar.

Pero, sobre todo, porque son todos ellos lo que me hacen no perder las ganas de aprender, querer ser una esponja y absorber cada construcción, cada nuevo vocablo, cada sensación que me causa. Sé que las palabras son caprichosas y no se pueden forzar, no se puede escribir sobre algo que no sientes, pero también es cierto que no siempre es fácil encontrar aquellas que describen lo que sientes. En la vida se aprende a base de tropiezos, y el arte de escribir supongo que se aprende a base de textos sin pies ni cabeza, de leer mucho y tener paciencia.

Dicen que la inspiración no se encuentra, pero ella tampoco va a tu encuentro si no la buscas. Y, aunque a veces el teclado impone y las sílabas no se quieren ordenar, mirando al techo no solucionas nada. Depende de uno mismo irse apretando las tuercas, forzarse a no dejar lo que nos sienta bien y seguir creciendo. Como todo en este mundo, unos días apetece más que otros y puede que cambie algún tiempo la escritura por la cotidianidad acelerada, pero quienes nos dejamos el alma en cada frase como un drogadicto la vida en cada gramo, sabemos que esta musa siempre nos hará volver a hipnotizarnos mirando el cursor parpadear, preguntándonos por qué tortuosos derroteros nos llevarán nuestras propias palabras esta vez.

1 comentario:

  1. Dicen que cuanto más sabes, más quieres y es entonces cuando te das cuenta de lo mucho que te queda por aprender.
    Eso es lo bueno de la vida, que la capacidad de aprendizaje nunca se pierde.

    ResponderEliminar