A veces todavía te echo de menos. Te echo de menos antes de dormirme sola en una cama demasiado grande, cuando parece que mi tiempo libre se multiplica y me falta alguien con quien solía hablar y me entendía con una sola mirada. Sé que no sentía lo mismo, pero no deja de ser duro cuando una persona importante en tu vida desaparece tan de golpe. Sé que fui yo, pero supongo que me había acostumbrado al roce de tu piel, a tu olor, a tu forma de abrazarme por las noches. Aún se me hace difícil no poner tu nombre en el buscador para ver qué es de ti, no acordarme de cien mil recuerdos que me pierden al escuchar una canción o no pensar en cómo te irá la vida.
Supongo que somos animales de costumbres, y que romper con la rutina nos supone un choque emocional. Supongo que a ti te estará costando aún más que a mi, y que perdí el derecho a quejarme. Me pregunto si encontraré a alguien que encaje conmigo tan bien como lo hacías tu, alguien con quien no me aburra y que soporte mis nervios e incansables discursos sin sentido, que me dé amor en mis días penosos, se ría con mis tonterías y haga que me ría yo con las suyas, que entienda mi manera de hablar sin palabras y tenga una mirada que me desarme cuando estoy enfadada... Supongo que sólo espero poder llenar algún día del todo el hueco vacío que dejaste... y que también tu llenes el mío.
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